Si apareciera un genio y me pudiese conceder unos 20 deseos de lo más extravagantes, uno de ellos sería sin duda retroceder en el tiempo a finales de los 70’s y aparecer una noche en la calle 54 al oeste de Manhattan: En la fila para entrar al Studio 54. (Otra cosa es que Rubell me haya permitido entrar)
La ciudad de Nueva York tuvo su templo del hedonismo. La música disco y el desenfreno fueron parte de un lugar que quedó para siempre grabado en la memoria. Y digo templo porque ir a Studio 54 era todo un ritual. Desde que comenzaba la noche, aquella las largas filas para poder entrar al local ( siempre y cuando Steve Rubell te señalara con el dedo una vez que se asomaba a la entrada) era toda una experiencia. Desde los preparativos para la apertura, el 26 de abril de 1977, hasta el cierre de la época dorada, el 2 de febrero de 1980, todo lo que sucedió ahí dentro supera cualquier guión de cine.
«Había ricos, pobres, famosos, gays. Una experiencia gloriosa. Pero mandaba una estricta política de puerta. Había gente que no lograba entrar y se encolerizaba» señaló un diseñador que trabajó para el local. Una vez que Burrel te señalaba con el dedo, entrabas al cielo de los elegidos con una enorme esfera de cristal al ritmo de Keep on Dancing de Garys Gang o del mejor Funky. Cruzabas una cortina de terciopelo color púrpura y entrabas a un alucinante lugar en donde todo podía suceder
Abril, 1977, pleno centro de Manhattan. El Studio 54 era inaugurado y en ese momento sus dueños jamás imaginaron la leyenda que estaba naciendo. Causó furor el hecho de que Bianca Jagger decidiera celebrar su fiesta de cumpleaños número 30 y haya hecho la entrada a la disco arriba de un enorme caballo blanco. A partir de ahí, muchos famosos quisieron sumarse a la diversión.
Bianca Jagger entró a caballo al Studio 54. Aquello llamó la atención y muchos famosos comenzaron a frecuentar el lugar.
Adentro, tanto los elegidos por Rubell ( se fijaba en gente guapa y divertida) como los famosos que eran recibidos con alfombra roja , se mezclaban sin distinción de clases, todos unidos por la energía de la música y la diversión que imperaba en el recinto.
La máxima de Rubell era la cita de William Blake “El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”. Hoy, cuando ya se cumplirá casi medio siglo de aquel tiempo, ver fotografías de un habitué de aquel lugar como el artista Andy Warhol o los jovencísimos Rolling Stones al completo siempre será un placer a la vista.
Elton John y Freddie Mercury. En su biografía Elton contó que en el Studio 54 tomaban drogas como locos.
Para inaugurar el lugar, se repartieron unas 5.000 invitaciones entre toda la Jet-Set de la época. Aquella noche inaugural, se pudo ver desde Salvador Dalí hasta Donald Trump. Se cuenta que Frank Sinatra y Woddy Allen quisieron asistir pero Rubell los dejó fuera.
Es que tenía demasiado donde elegir. Al Pacino, Donna Summer, Truman Capote , Elizabeth Taylor, Ives Saint Laurent, John Travolta, Freddie Mercury . El aforo solo le permitía 450 invitados.
Las performances del Studio 54 eran absolutamente desenfrenadas.
Una vez que comenzaba la fiesta cualquier cosa podía suceder. Camareros medio desnudos sirviendo los cócteles de moda de la época, bailarines que bailaban sobre un puente que se movía de un lado para otro sobre el escenario y situaciones de lo más bizarras y extremas fueron las protagonistas absolutas de la Gomorra moderna que no alcanzó a cumplir tres años porque los federales le cayeron encima a sus dueños que estaban con el agua al cuello, pero no por problemas de dinero, sino de líos legales.
Steve Rubell y Ian Schrager eran socios en los negocios pero ante todo eran los mejores amigos. Juntos crearon en 1977, el Studio 54.
Rubell y Schrager fueron acusados de evadir impuestos, pero no solo eso, tras los muros del Studio 54 abundaban paquetes llenos de dinero y cocaína. Había que suministrar polvo a las estrellas y Steve Rubell no escatimaría en gastos. Cocaína premium para sus invitados premium. Se podían llegar a gastar unos 100.000 dólares en la decoración de una fiesta. Era una época en la que aún ni se hablaba del Sida pero sí de la liberación sexual. Hacía casi una década que había explotado el StoneWall Inn y todo parecía indicar que la liberación no daría marcha atrás. La locura disco de los años setenta ofreció un respiro cuando Estados Unidos salía de la guerra de Vietnam y el país se hallaba metido en las luchas de liberación por la igualdad racial, de género y sexual.
Simplemente Michael.
Studio 54 fue un delirio de excesos. En los palcos se practicaba sexo sin tapujos y también en los baños. En sus memorias Elton John cuenta que pasaba metido ahí con los camareros ( y ciego de cocaína). Había una habitación entera de goma que hacía más fácil la limpieza de fluidos y se cuenta que en una oportunidad se hizo en el sótano un concurso cuyo premio consistía en un viaje de lujo a San Bartolomé. ¿De qué se trataba el concurso?: De quien llegaba más lejos con sus fluidos corporales (Oh my Gosh!). Steven Gaines , biógrafo del diseñador Halston contó esa y muchas otras historias.
Todos querían entrar a toda costa al lugar. Incluso se llegaban a vender mapas que enseñaban como acceder a través de túneles. Una persona se llegó a asfixiar en un conducto de aire muriendo al instante. Por los edificios del costado la gente bajaba con equipos de escalada para aterrizar en el patio. Era una auténtica locura. Pero Rubell era tan inteligente que al portero le pagaba muy bien para que no aceptara ningún soborno. Aún así, la gente vivía metiéndole dinero al bolsillo y paquetes con droga con tal de que los dejara entrar.
Mick Jagger y su esposa de entonces, la bellísima Jerry Hall.
En el año 1978 Elizabeth Taylor celebró su cumpleaños . Se dice que fue la fiesta más espectacular de las vistas en aquel lugar. La estrella apareció en una carroza llena de gardenias y el pastel era una retrato a tamaño real de ella. Siguiendo a una docena de chicos bien dotados y desnudos que llevaban solo bolsos de lentejuelas de donde sacaban pétalos de gardenias que esparcían por todo el lugar dando paso a la carroza.
Elizabeth bailó como obsesa en medio de estrellas del porno gay y brilló como una Cleopatra Moderna, hasta que a su marido de aquel entonces le pareció que era too much y se la llevó a casa.
El artista Andy Warhol era cliente frecuente de Studio 54. Diseñó el pase V.I.P para el bar. En la foto junto a Lou Reed.
Otra de las habitués del lugar era una mujer llamada Sally Lippman, una abogada judía retirada que ejercía como jueza. Llegaba al Studio 54 del brazo de su acompañante un joven de 25 años (su novio). Sally tenía 77 años y desde que llegaba bailaba sin parar hasta las 5:00 de la mañana. Solo se detenía para ir al baño y consumir cocaína – en realidad consumir cocaína en el baño era de lo más normal (y permitido)-. Hace poco había enviudado y las locas noches en Manhattan le habían devuelto a la vida. Bailaba como una veinteañera, y era el centro de atención. Rubell estaba fascinado con ella.
Sally Lippman era el centro de atracción en las noches del Studio 54.
El comienzo del fin del Studio 54 fue cuando los federales descubrieron 600.000 dólares (de la época, imagínese!) dentro de una bolsa de basura, además de cocaína y 300 pastillas de metacualona en una redada. Antes de la aparición de las drogas sintéticas en discotecas, en Studio 54 se repartía la metacualona, un medicamento sedante-hipnótico similar en sus efectos a un barbitúrico (un depresivo general del sistema nervioso). En los 60’s y 70’s se usaba como sedante y relajante muscular. Supongo que la usaban para mandar a sus eufóricos asistentes a casa con su dosis de metacualona para que lograran tener un descanso reparador. La casa invita.
Travolta y Stallone en la cúspide de sus carreras con Saturday Night Fever y Rocky . Verdaderas estrellas en las noches de Studio 54.
Cuando saltó a los medios la noticia de la detención de Rubell y Schrager, los asistentes habituales al Studio se sintieron muy decepcionados. Warhol dijo: “Me siento muy decepcionado. Con todo el dinero que le encontraron a Rubell ya podría habernos tratado mejor” y a Halston, el diseñador le molestó que los agentes hubieran descubierto una habitación que nadie conocía. “Rubell era mi amigo y nunca me habló de esa habitación”. (Pero qué mal agradecidos!!!).
Iggy Pop, David Bowie y compañía.
El único de los socios que aun vive es Ian Schrager. En entrevistas, dice que se avergüenza profundamente de haber creado el Studio 54 junto a Rubell ( quien falleció en el año 1989 de SIDA, aunque oficialmente se anunció como hepatitis).
Schrager apenas salía del despacho cada noche y Rubell era el alma de la fiesta. Se paseaba con un abrigo con los bolsillos llenos de cocaína. “Yo iba por la ciudad con 400.000 dólares en el auto. Aquello era ridículo. Estábamos ebrios por el éxito y nos creíamos intocables” cuenta Ian quien ya tiene 75 años.
Una joven diseñadora que recién daba sus pasos en el mundo de la moda en NYC llamada Carolina Herrera disfrutaba de las noches de fiesta.
Pero era Rubell quien tenía que salir y entre la fila elegir quienes entrarían y quienes no. Luego iba la televisión a entrevistar a los rechazados y se quejaban de que eran elitistas. Era un gay con mucho carácter. En una ocasión le negó la entrada a un influyente hombre con contactos en política y este después les hizo la vida imposible. Studio 54 no tenía ni permiso de obras ni autorización para vender bebidas alcohólicas por lo tanto solicitaban un permiso temporal que duraba 24 horas como si fueran una empresa de catering. Pero en medio de tanto problema judicial, Rubell contrató a Roy Cohn, de quien se decía que era el ”abogado más duro, cruel y brillante de América”, un hombre que en aquella época era también abogado y mentor de un joven que comenzaba a abrirse en el mundo de los negocios en NYC llamado Donald Trump.
En la foto , Rod Stewart con su esposa y un jovencísimo Elton John
La cartera de clientes de Cohn incluía políticos, cardenales, mafiosos, empresarios, celebridades, dueños de revistas y periódicos y presidentes de equipos deportivos. Cohn prestaba sus servicios sin cobrar, porque sabía que el mayor poder era que la gente importante le debiese favores… Increíble!.
Aunque Cohn los salvó de varias, un ex empleado despedido del Studio en venganza, los denunció por no declarar todo el dinero que ganaban. Contabilidad A y B … Como era de esperarse los federales los cazaron con 3 millones de dólares sin declarar. Cohn tenía métodos muy polémicos y aquello enfureció más a la policía aquel entonces y estos con sangre en el ojo se la tenían jurada. Comenzaron a buscarles vínculos con la mafia … escarbando y escarbando llegaron a un nombre: Meeyer Lansky, un contable de la mafia italoamericana que tenía nexos con el padre de Schrager.
Aunque el FBI reconoció que nunca les pudieron encontrar pruebas de que tuvieran que ver con la mafia, de igual manera fueron declarados culpables por evasión de capitales y condenados a tres años y medio de prisión.
Siempre arropados por el polémico Roy Cohn (al centro) los dueños de Studio 54 lograron sacarla «barata» y rebajar su condena.
En la víspera de su encarcelación montaron una mega fiesta de despedida en el mismo Studio 54. Rubell aquella noche cantaba la canción de Sinatra, «My Way». Porque hasta ese día había hecho las cosas a su manera. Al día siguiente los enviaron al Metropolitan Correctional Center , una de las peores cárceles de Nueva York, la celda era una verdadera pocilga de mala muerte y tuvieron que ofrecer enviarle dinero a la madre de un asesino para que les protegiera. Entrar a una cárcel en NYC en los 80’s eran palabras mayores. La Gran Manzana no era lo que conocemos hoy en día. Era una ciudad casi en bancarrota, con unos niveles de delincuencia por las nubes y basura por todas partes. Al irrumpir Studio 54 con todo su glamour ayudó a Nueva York a cambiar su imagen. Luego vino la inauguración de la Trump Tower y toda la maquinaria inmobiliaria . El resto es historia.
Ian Schrager en la actualidad.
A cambio de que colaboraran en investigaciones de evasión de impuestos por parte de otros dueños de clubes nocturnos de la zona les rebajaron la condena a ambos. Algo que aún le pesa en su consciencia.
Ian Schrager se aseguró que todo el mundo fuera al funeral de su amigo y socio Steve Rubell. «Aún lo extraño mucho…de seguir vivo aún estaríamos haciendo negocios con toda seguridad. Nunca tendré otro amigo como Steve».
Schrager es hoy actualmente uno de los empresarios más importantes en el sector de la hostelería en EE.UU. Multimillonario y un tranquilo padre de familia y propietario de 38 hoteles-boutique.
Durante su breve apogeo, las noches del Studio 54 se transformaron en la fiesta perfecta. The New York Times cuenta en una nota sobre la discoteca que les iba tan bien que hasta Rubell se jactó en una entrevista con la revista New York de que “solo la mafia lo hacía mejor”.
Pero lamentablemente, no vivió para contarlo.